Cultura y folclore

El Ciclo Festivo






Todas las culturas humanas, edad tras edad y antes de la cuenta de los años, concibieron su mundo según un patrón circular, el del ciclo del año que se repite inexorable y condiciona el existir, el morir, el laborar y el celebrar.

Fiestas de primavera, donde se ahuyenta al invierno y a la muerte; fiestas de estío, eclosión de vida; fiestas de otoño, de recolección y cosecha; fiestas de invierno, oscuras y ancestrales. Fiestas profanas, de resabios atávicos y paganos; y fiestas religiosas, exponentes de la profunda y sencilla devoción popular.

De todo tiene el ciclo festivo en Huerta. A diferencia del mundo urbano, alienado y atestado de tecnología, en los pequeños pueblos de montaña la existencia todavía sigue rotando casi al lento compas de la vieja rueda.

A veces, se diría que se la oye girar.





San Antón y San Julián.

Comenzando el año según manda el calendario, dos fiestas tiene Huerta en el primer mes, San Antonio Abad (17 de enero) y San Julián (día 28). Ambas son festividades de invierno, muy sobrias en formas y desarrollo, pero intensas por los sentimientos que generaban. En ambas está presente el fuego solsticial, preservador y purificador, y ambas tienen lugar entre los más recios fríos.

San Antonio Abad (el popular San Antón) era la fiesta de la bendición de las bestias. Después de los actos religiosos y una pequeña procesión, el cura repartía la bendición anual sobre los animales, en su mayor parte de tiro y carga. Seguía "La Joya", enconada carrera campestre a cargo de los mozos. Después se encendían hogueras por el pueblo y los vecinos templaban instrumentos musicales y asaba viandas a la lumbre, en todo un rito de confraternización social. Según algunos testimonios, hace muchos años era costumbre dar la vuelta a las caballerías en torno a las lumbres de San Antón, a la vez que se les cantaban coplillas o "romances" sanatorios, versión ancestral y pagana de la bendición cristiana.

San Julían es fiesta del santo patrón de la Diócesis, segundo obispo de Cuenca, muerto en 1208. En la provincia se celebra todavía en la mayor parte de los pueblos, aunque siempre como fiesta menor. En la Sierra frecuentemente desplazó a San Sebastián (20 enero), que ya eran muchas tres fiestas en el mes. San Julián heredo todos los rasgos de la fiestas hiemales: hogueras, gastronomía improvisada y música popular.




El Carnaval ("Las Máscaras")

"Las Máscaras" es el nombre que la tradición en Huerta ha dado desde siempre al Carnaval de la localidad, hoy desgraciadamente casi del todo perdido. Como en tantos otros lugares de mundo rural castellano, en el pueblo las Carnestolendas adquirían rasgos muy arcaicos y primitivos, reflejo de antiguos ritos paganos apenas cristianizados. En Huerta el Carnaval sufrió un gran quebranto en los años posteriores a la Guerra Civil por la sucesivas prohibiciones de que fue objeto.

En la Plaza se reunía buena parte del pueblo, hombre y mujeres, disfrazados con retales de ropas viejas, hierbas y pellejos, y siempre cubriendo sus rostros con máscaras de madera y cartón vivamente policromadas. Como en tantas otras fiestas invernales no era raro que el género se invirtiese en los disfraces, actuando las mujeres en roles masculinos y viceversa. Al único ritmo del tambor que tocaba el alguacil, todas las Máscaras bailaban en un gran corro una danza rítmica y repetitiva, casi un galopeo. Algunas mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, quedaban sin disfrazar, y a cambio concurrían a la fiesta portando una buena cantidad de patatas, almendras o cañamones. El regalo funcionaba con ofrecimiento para que una de las Máscaras sacase a la propietaria al núcleo del corro, como centro del baile. Sin embargo, el resto de los danzantes intentaba zarandear o pellizcar a la mujer, que para librarse había de entregar en rápida sucesión el resto de presentes comestibles al círculo móvil de botargas, que de este modo obtenían una sustanciosa "recaudación", a cargo de la generosidad de los demás vecinos.




Semana Santa

Tras los actos religiosos del Viernes Santo y la obligada pausa del día siguiente, la noche que preludia el Domingo de Resurrección los vecinos se tiran a la calle en animado jolgorio nocturno que dura hasta las ocho de la mañana, momento en que al toque de campanas se reúne casi todo el pueblo en la iglesia parroquial.

De ahí arrancan dos procesiones simultáneas: la de los hombres, que portan la imagen de Jesús, y la de las mujeres, que portan a la Virgen, cubierta por un manto oscuro. Las dos  comitivas discurren por calles distintas, cuidando de no encontrarse nunca, hasta llegar al lugar conocido como las Cuatro Esquinas, donde se produce el Encuentro. La Virgen realiza tres reverencias a la imagen de su hijo, y su manto es cambiado por otro, de vivo color, que simboliza la alegría. Después de ambas procesiones, ya fundidas, retornan juntas a la Plaza Mayor. Allá se quema el "judas", muñeco de tela y paja.

Es característico de esta procesión el hecho de que hombres y mujeres pugnan por ser los primeros en llegar a las Cuatro Esquinas. Y lo realmente peculiar es que no se limitan a "darse aire", sino que además recurren a todo tipo de triquiñuelas para retrasar la procesión del sexo opuesto, incluyendo bloquear la calle con ramas, vehículos o incluso camas sacadas a la calle, en una sucesión de argucias jocosas que hacen las delicias de (al menos) la mitad correspondiente del vecindario.




Los Mayos y la Fiesta de la Cruz de Mayo.

"Mayos" se llaman las canciones de primavera, de raíz popular, que exaltan la belleza de las muchachas del lugar, la virtud de la Virgen María o la advocación correspondiente, y en fin, cualquier otra cosa digna de ser cantada como excusa y motivo de alegría por el fin de los grandes fríos del invierno y la eclosión de la vida y el color.

Los Mayor en Huerta se entonan, como en todas partes, el 30 de abril. Perdidos hace años, se los ha recuperado recientemente en su faceta de Mayos a la Virgen. Se cantan en la Plaza, frente al atrio de la parroquia, mientras que la imagen es sacada en andas en un sencillo pero emotivo acto. También tuvo Huerta Mayo a las Mozas y "Músicas", o canciones de ronda, hoy desaparecidas.

Otra fiesta que hubo de tener el pueblo, aunque fusionada hace largo tiempo con la de los Mayos, es la de la Cruz de Mayo (días 2 y 3 del mes) caracterizada por la creación de cruces de flores y las hogueras nocturnas, resabio de la vieja festividad céltica de Beltane. Aunque los fuegos de mayo han desaparecido, pervive en Huerta la costumbre de engalanar las cruces con flores para el canto de los Mayos, en una reunión de elementos festivos de procedencias etnológicas diferentes.




Pentecostés y El Corpus.

Dos son las celebraciones religiosas que marcan el epílogo de la Semana Santa, 50 y 60 días después de la misma.

La fiesta y romería de Pentecostés es conocida en Huerta por el encantador nombre de "La Cuesta de las Rosas", que es el del paraje adonde se encamina según inmemorial costumbre. Tras el toque de campanas los vecinos reunidos salen en procesión por el término, precedidos por la cruz parroquial. Ya llegados, se celebra un frugal refrigerio compuesto tradicionalmente de pan, vino y aceitunas. Más tarde se retorna a la iglesia cantando.

En el Corpus, por el contrario, no se sale del pueblo. La procesión, portando la Sagrada Forma en custodia bajo palio, parte de la iglesia parroquial y recorre buena parte de las calles del pueblo. Muchas familias preparan a la puerta de sus viviendas las populares "mesas" de adoración, adornadas con los mejoras ajuares, encajes y puntillas. Al final de la procesión se celebran los cultos en la Iglesia.




San Antonio de Padua.

San Antonio de Padua, el 13 de junio, es el patrón masculino de Huerta, en tanto que la Magdalena, un mes después, es la Santa Patrona.

Esta dualidad, presente al parecer desde fechas relativamente cercanas (San Antonio es advocación reciente y muy frecuente en la comarca) ha hecho que la festividad de julio quite progresivamente lucimiento a la fiesta de San Antonio, que lleva varias décadas en constante deterioro y está abocada en los últimos años a la práctica desaparición. No poco tiene en esto que ver la cuestión de las devociones: San Antonio, pese a su patronazgo, no llegó a calar tan profundamente en el sentir de las gentes de Huerta como lo hizo la Magdalena. Hoy en día, la fiesta sobrevive reducida a los actos religiosos y a alguna algarabía profana.




Santa María Magdalena.

Las celebraciones en honor a Santa María Magdalena, Patrona de Huerta del Marquesado, son las fiestas mayores de la localidad.

Durante dos días, en torno al 22 de julio, se celebra misa mayor, procesión con la imagen de la Magdalena por las calles del pueblo  - a cargo de hombres y mujeres que se relevan para llevar a hombros la talla - y el reparto de la Caridad, antaño encomienda de varios vecinos voluntariosos y hoy en manos de Ayuntamiento, que suministra el pan y el vino tradicionales (previa bendición en la iglesia) más otras viandas de nuevo cuño.

Y por supuesto, la enorme comilona popular a base de monumentales guisos, en improvisadas mesas sobre caballetes y tableros por las calles, entre la más desbordada alegría vecinal. No faltan juegos populares, danzas y los inevitables remojones en el Lavadero y en el Caz, a cargo de los más jóvenes.

A la caída de la noche, y hasta las tantas de la madrugada, una animada verbena pone fin a cada una de las jornadas festivas.




Fiesta del verano. La Asunción.

La fiesta de La Asunción, siempre de segunda fila en Huerta, ha adquirido lustre en los últimos años por las celebraciones profanas añadidas para disfrute de los hijos del pueblo que residen fuera del mismo. Es, en casi todos sus aspectos, una "fiesta del veraneante" de nuevo cuño, todo lo cual está muy bien, siempre que no vaya en detrimento de las celebraciones tradicionales de la localidad.

De siempre la Asunción de la Virgen en Huerta se ha celebrado con misa y procesión, exponentes del fervor popular en el Diagosto. A esto se le han añadido verbenas, campeonatos de juegos populares, parque infantil, vaquillas y, por supuesto no pueden faltar las correspondientes picardías, como el embadurnar con tizón la cara de los incautos y de nuevo los remojones de cuerpo entero en el Caz, para facilitar la sobremesa de tan pesado alarde gastronómico.




"La Septiembre".

La fiesta del mes de septiembre ("La Septiembre", siempre según el habla singular de los huerteros) estaba dedicada a la Virgen del mes, con fuertes vinculaciones con la gran romería comarcana, la Virgen del Pilar de Altarejos, que se celebraba tradicionalmente en la misma fecha, y de la que Huerta es uno de los cinco pueblos que tiene el derecho de asistir colectivamente portando la cruz parroquial.

Celebración típica de transición al otoño, en ella se corrían vaquillas y concurrían los típicos "dulzaineros" procedentes antaño de Aragón, que amenizaban jolgorios y bailes a ritmo de flautas, dulzainas y tamboriles.




Las Ánimas.

No mucha más suerte que la mayoría ha tenido la celebración de Ánimas, muy decaída en las últimas décadas hasta el extremo de la desaparición. Y eso que esa fiesta muy arraigada en la localidad, según varios pareceres, y vivida íntimamente por los vecinos.  

Además de las celebraciones religiosas pertinentes los días 1 y 2 de noviembre, las nueve noches anteriores al día 2 los mozos del pueblo formaban la "Cuadrilla de Ánimas" y recorrían el pueblo de puerta en puerta pidiendo la Caridad para las almas del Purgatorio. Las familias, según sus posibilidades, entregaban ofrendas en especie (normalmente pan, vino, patatas, legumbres) Todo lo recogido era cuidadosamente guardado hasta el día 1 de noviembre, en que se subastaba en la Plaza entre los propios vecinos. La cantidad en metálico obtenida quedaba a disposición de la parroquia, que la empleaba en misas y cultos a los fieles fallecidos durante el año, o en varias obras de caridad.

Como nota de color, durante el recorrido de la Cuadrilla de Ánimas, sus integrantes estaban autorizados por la costumbre a embadurnas de harina (completamente) al cura párroco, si éste tenía la mala fortuna (o la ocurrencia) de tropezar con ellos. Una manera irreverente y chusca de mantener alejado al destinatario de la recaudación que además animaba a los jóvenes, siempre proclives a este tipo de villanías, a participar en la Cuadrilla y perpetuar la tradición.




La Navidad.

La Navidad cierra en Huerta el ciclo festivo. No es muy diferente esta celebración a tantas otras, pero en Huerta la Navidad se vive de una manera que se diría más intensa, más original, más desvinculada de su aspecto profano y comercial y más próxima al carácter hogareño y entrañable que relata el viejo tópico y que cada vez se cumple menos en núcleos urbanos y grandes ciudades.

Durante las fiestas los niños del pueblo salen a pedir "los aguinaldos", contribuciones en metálico o en especie, a cambio de recitar villancicos y desear los parabienes en cada uno de los hogares.

Doce meses, trece fiestas. He aquí, a rasgos forzosamente muy emblemáticos, el ciclo festivo de Huerta del Marquesado. Un ciclo vivo, con festividades que crecen, en tanto otras declinan poco a poco; impulsadas ambas por los nuevos tiempos y las recientes formas de vida.