El medio natural

Agua





 

No podemos dar por terminado nuestro recorrido por la naturaleza de Huerta del Marquesado sin detenernos en el elemento matriz y dispensador: el agua. El agua es, mejor que abundante, omnipresente en Huerta, y ha sido y es el principal recurso de la población. Agua como origen, sostén y pilar de vida, como afirman el filósofo milesio, el Antiguo Testamento o las aleyas del Alcorán, las mismas que cantaban los pastores bereberes que comenzaron a roturar la vega del Laguna y que hicieron de estas montañas, ahítas de manantiales, el epicentro de su universo. Pero el mundo ya era viejo entonces, y varias eras antes los niños de los hombres habían venerado por estas mismas tierras al agua y a las fuentes, erigiendo santuarios a númenes misteriosos y propiciadores de la fertilidad.


Decían ya los geógrafos clásicos que estas comarcas montañosas, la Idúbeda del viejo Ptolomeo (¿De dónde sacaría la palabreja?), eran abundosas de agua y grandes fríos. Siglos después, los viajeros y geógrafos musulmanes, venidos por lo general de pagos más áridos, se maravillaban con la eclosión de fuentes, manantiales y cursos de agua de la Serranía de Cuenca y la Sierra de Albarracín. De hecho, la cúspide entre las dos sierras, con Huerta del Marquesado incluida, es uno de los mayores nudos hidrográficos de la Península Ibérica, con las fuentes casi inmediatas de tres ríos oceánicos: Tajo, Júcar y Turia (llamado Guadalaviar en sus orígenes), y no menos de una veintena de cauces menores, tributarios de los anteriores, entre los que destacan el Cabriel (principal afluente del Júcar) y el Guadiela (primer aporte del Tajo en su cabecera). Pero ríos, ríos, a tiro de piedra hay muchos: el Guadazaón, el Laguna, el Tejadillos, el Zafrilla, el Valdemeca, el Cuervo, el Mayor de Cañete, el Trabaque, el Ojos de Moya, el Mesto, el Vencherque, el Almagrero...

 




 

El secreto es la alta pluviometría, con tasas que superan holgadamente los mil litros al año en muchos puntos de la Serranía, que con su considerable altura se convierte en una barrera de primer orden para las borrascas de Levante, hasta tal punto que tras ella, hacia el oeste, se crean zonas de extrema aridez, como es la Alcarria de Cuenca. En Huerta del Marquesado, según la media de las últimas décadas, llueve o nieva casi un día de cada tres a lo largo de todo el año.


Así, no es de extrañar que los acuíferos serranos anden bien sobrados y que el agua, a poco que la geología lo permita, rompa aquí allá en manantiales y surgencias, alguna de tamaño verdaderamente espectacular. En Huerta sería muy arduo completar aquí el catálogo de fuentes, grandes y pequeñas, repartidas por todo el término municipal. Pero es que en los meses de lluvia, cuando se colman las venas y cavidades subterráneas, el agua sale por cada poro del terreno. Existen incluso fuentes intermitentes, como la del Gato, que funciona como trop plein del sistema subterráneo, y sólo entra en acción (de manera violentísima y espectacular), cuando la enorme red de drenaje no admite una gota más, a guisa de válvula de seguridad de una gigantesca olla a presión soterrada, bullente de metros y metros cúbicos de agua pugnando por volver a la superficie. El secreto de Huerta es tan sencillo como disponer de una alta sierra, la de Valdemeca, que sirve como captadora de lluvias; una geología caliza intermedia que propicia la creación de potentes redes subterráneas y un valle profundo, el del río Laguna, que causan el corte estratigráfico y la presencia de fallas que drenan al fondo de la cubeta aluvial las precipitaciones caídas en las cumbres.

 




 

Huerta rebosa de vida en directa proporción a que desborda de agua. Agua para los ganados, a cada vuelta de los montes, y agua para los sembradíos en la vega. Aguas calizas en el fondo del valle y aguas rodenas, ferrosas y sulfurosas, en las cumbres de la Sierra, allá donde la arenisca roja compone los estratos. Agua para dar y tomar, agua (como no podía ser menos) hasta en el propio escudo y bandera del municipio. Y paradojas de la vida y los tiempos modernos, agua como apuesta de futuro e inyección económica desde 1985 a un pueblo y área por entonces con grandes problemas y con la mera supervivencia amenazada. Y aunque hoy resulta ya un tópico manoseado a fuerza de repetirlo, la creación de la embotelladora de marca Fuente Liviana en Huerta ha sido fundamental en la recuperación del municipio y su comarca inmediata. En continua expansión y con las técnicas de envasado más avanzadas, la planta de Huerta del Marquesado es una de las primeras de España en volumen de envasado, aumentando gradualmente su penetración en el mercado y de paso inyectando una buena dosis de prosperidad a los pueblos circundantes, comenzando por la propia Huerta.

 




 

Materia prima en cantidad y calidad no le falta, pues los manantiales que abastecen la planta son excelentes, copiosos y nunca piden tregua. Ya en el siglo XVI las gentes de Huélamo, vecinas de Huerta, contestaban así al interrogatorio del rey Felipe sobre las aguas de su tierra:


“Que es tan abundosa de aguas que no hay otra cosa en ella sino fuentes y royos y ríos... y que las fuentes que hay es tan grande el número dellas y tan cristalinas y dulces que parece que no pueden ser mejores en el mundo, frías como el mármol de verano y agosto, y calientes de invierno como un baño...”